lunes, 3 de enero de 2011

El Asiento Trasero De Mi Auto

Este es un cuento con el que participé hace ya unos años; en un concurso del podcast El Círculo Beatle de Tere Chacón, el cual consistía en hacer un escrito relacionado con el cuarteto de Liverpool, así que con base en las canciones, lugares y otras cuestiones alusivas a los Beatles, escribí este pequeño relato. No pretendo ser un buen escritor ni mucho menos, pero es algo que quería compartir con ustedes. La historia es muy sencilla e incluso unos compañeros de la universidad y yo hicimos una adaptación para audio del cuento mismo que si quieren escuchar sólo tienen que ir al apartado ARCHIVOS a la derecha de la página y dar click en BackSeatOfMyCar(Audio).mp3 donde está la opción de descargar o escuchar directamente. Este cuento sirvió de base e inspiración para una serie de publicaciones que comenzarán en unos cuantos días por este mismo blog, pero con una historia un poco más oscura, así que espero les guste lo que leerán a continuación y prepárense para lo que viene.

“El Asiento Trasero de Mi Auto”

Por fin llegaba la tarde, un cielo rojo dominaba el horizonte, el Sol brindaba los últimos rayos a nuestra Tierra, antes de dirigir su energía a otro punto del orbe, la entrada de la noche de un día muy difícil. Ahí, justo en la punta de las colinas montañosas de Dakota, donde los árboles llenaban la vista, los valles dibujaban senderos que como los ríos se unían hasta no poder distinguir cuál es cuál y donde el único sonido que se podía escuchar, era el silencio, un silencio tan profundo que absorbía de tal manera cualquier ruido, que alguien podría gritar con todas sus fuerzas y no sería escuchado. Es un paraje solitario, donde mirando fijamente al monte más alto, se alcanzaba a ver una sola figura, la cual era la de un hombre que observaba al Sol hundirse en ese inmenso mar verde, y sus ojos veían el lento girar del mundo, al mismo momento que se dibujaban en su cara una serie de lágrimas, mientras susurraba – si estuvieras hoy aquí…-

-¡Buenos días, buenos días!- oía decir a una voz sumamente familiar. ¡Ya levántate Robert!, ¡mira ahí viene el Sol! Ya casi es hora de irnos-. Lentamente abrió los ojos para contemplar a una joven, cuyos ojos brillaban como verdaderos diamantes, que hacían que una noche estrellada pareciera un espectáculo infame y cuya simple presencia, haría que el más duro y frío de los corazones, se derritiera de la más grande emoción, al mirarla sentía nacer de su pecho un calor tan intenso que llenaba todo su cuerpo, el cual si buscáramos una palabra para describirlo, sólo encontraríamos una, y esa palabra es “amor”. –Lucy, pero si son apenas las cinco de la mañana…-. -Sí, ya lo sé, pero si no te apresuras, vamos a llegar tarde-.

Robert y Lucy, eran un par de jóvenes bastante inquietos, que se habían conocido de muy pequeños, fue un 6 de julio por la mañana, lo recuerdo muy bien, porque a pesar de haber sido tan pequeños, (aunque Lucy era un par de años mayor que Robert) se notó una conexión muy fuerte e inmediata entre ellos, ya que tenían muchas cosas en común, una de ellas era que ambos habían perdido a su respectiva madre siendo aún muy pequeños; solían jugar y estar juntos a todas horas y no existía forma humana de separarlos, desde ese entonces parecería que los dos estaban hechos el uno para el otro.

Ahora, se preparaban para emprender un viaje muy largo, saldrían con rumbo a Liverpool y llegarían directo al aeropuerto John Lennon de esta ciudad. Los dos jóvenes llevaban consigo una enorme cantidad de ilusiones y de sueños; Robert deseaba con todo su corazón, convertirse en el mejor médico que el mundo hubiera conocido jamás, ya había sido aceptado en la Escuela de Medicina y no podía esperar a convertirse en doctor, para así poder por fin casarse con Lucy y llevar una vida más tranquila; mientras que Lucy, era una amante del arte, su sueño más grande era poder crear una obra tan grande, que no moriría ni con el pasar de los años, pero su mejor creación sería poder vivir una próspera vida a lado de Robert.

Se establecieron, y comenzaron a construir su vida día a día, mientras Robert iba a la Escuela, Lucy trabajaba en una pequeña tienda, era un trabajo estable, pero ella quería algo más, así que no perdía un momento para escribir, o pintar algo, siempre estaba ideando qué hacer. De regreso de la escuela, Robert siempre se encontraba con las mismas personas, una muy agradable señora que se encargaba de los parquímetros llamada Rita, el barbero de la cuadra, que siempre saludaba a Robert y de hecho ya le había tomado una foto y la había puesto en la pared, el banquero, el cual gustaba de salir a la calle mientras estaba lloviendo, y por último siempre pasaba por la capilla, donde se hallaban los dos mejores amigos de la pareja, que siempre los ayudaban, aunque fuera sólo con unas palabras de aliento, ellos eran el Padre McKensie y la Madre Mary, que le dieron un pequeño trabajo a Robert en la enfermería de la capilla, para ayudar a los niños que se caían o se lastimaban jugando, esto les ayudaba para tener lo necesario para vivir, además que le daba mucha experiencia a Robert.

El caer de la noche, era el momento más esperado en el día por Lucy y Robert, porque era cuando por fin podían ser libres como aves ellos dos, que no había nada que los separara por lo menos unas horas, siempre se sentaban a ver la caída del Sol juntos y luego se quedaban sentados en la cama platicando hasta las dos de la mañana.

Como toda persona, tenían problemas y siempre acudían con la Madre Mary que siempre los calmaba y les daba consejos, y sus palabras siempre las atesorarán con mucha fuerza.

Llegó el tan ansiado día por parte de los dos y es que Robert al haberse titulado ya como médico y de haberse hecho de una muy buena reputación en los alrededores, (porque ahora todo mundo cuando tenía alguna afección o algún problema de salud, no dudaban un segundo en llamar al Dr. Robert, porque día o noche, él estaba ahí a la hora que fuera) por fin, Robert y Lucy se casaron, el encargado de la ceremonia no podía ser otro que el Padre McKensie y la madrina fue la Madre Mary. Para su Luna de Miel, partieron de Southampton hacia Francia, tomaron un avión a París y ahí pasaron unos de sus momentos más dulces, no serían más felices que en esas esplendorosas noches a lado del río Sena, donde el cielo tapizado de diamantes incrementaban la belleza de Lucy a los ojos de Robert.

Al regresar de su Luna de Miel, todo parecía estar mejorando, Robert era más conocido cada día, Lucy ya había vendido varias pinturas, algunas de sus canciones eran tocadas en los clubes locales pues se las pedían y obviamente recibía un ingreso extra, además su primer novela ya había sido publicada y “De Mí Para Ti” era un éxito rotundo en Liverpool. No podían esperar más, pero un día a Robert le llegó una oferta muy grande, de que fuera por una temporada a los Estados Unidos, para un curso de especialización, donde además tendría la oportunidad de trabajar en los mejores hospitales de esta parte del mundo. Aunque fue una decisión muy difícil, el dejar a Lucy y todo lo que había construido, era una oportunidad que no podía dejar pasar, pero antes de irse, tuvo una larga plática con Lucy, quien le decía que si él se iba lo seguiría amando, y Robert prometió que cuando se fuera, su corazón se quedaría con su amor, que era precisamente Lucy. El día de partir llegó y entre lágrimas y sollozos, Robert tomó el tren que lo llevaría al aeropuerto, de donde saldría el avión directo a su destino, en este momento Robert no sabía que algo andaba mal y que ese mal poco a poco iba creciendo.

Durante su estancia en los Estados Unidos, Robert le escribía a diario a Lucy mandándole todo su amor y ella le respondía de la misma manera, aunque un dolor muy fuerte le aquejaba, pero no se lo decía a Robert para no preocuparlo. Así transcurrieron los días, hasta que llegó un momento en el que Lucy no podía más y fue a dar al hospital, rápidamente la Madre Mary notificó a Robert de lo que acontecía, pero la situación de Robert no estaba nada bien tampoco, porque no le permitían salir del hospital en todo el día y el regresar a casa le traería consecuencias muy serias de trabajo. Justo el día que pensaba dejar todo para regresar con Lucy, recibió una carta, la cual sorprendió mucho a Robert por lo que decía, la carta terminaba: “…tal vez estoy sorprendida por la forma en que me amas todo el tiempo, tal vez tengo miedo de la forma en que te amo, tal vez estoy sorprendida de la forma en que estás conmigo todo el tiempo, tal vez tengo miedo de la manera en que te dejo. Pero no te preocupes, sólo estoy durmiendo. P.D. Te amo. Lucy” después de leer esto, Robert salió corriendo, se adentró en el bosque y siguió corriendo, hasta llegar al punto más alto de los montes, era justo la hora del atardecer y el Sol se estaba perdiendo entre las cumbres, en un océano de color verde…

Se oyó una voz a lo lejos que decía –¡Buenos días brillo de Sol!-.

Robert responde -¿Qué pasa?

…¿Ya ves?, ya se nos hizo tarde, ya no hay forma de que lleguemos hoy a Liverpool, pero te veías tan lindo durmiendo, y pues no hay que desperdiciar la cama de madera noruega, así que buenas noches Dr. Robert…


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